El dramaturgo y director Jorge Picó firma este texto sobre la función transformadora del arte
Dos palabras, democracia y cultura, se apoyan mutuamente "como caminantes agotados a medio camino", dice el autor. El cansancio de la primera se debe a que designa una realidad desfigurada, erosionada en sus fundamentos por la globalización económica, el poder de las grandes empresas, la tecnopolítica y el populismo. La segunda, porque ha perdido fuelle crítico y utópico al dejar de ser un noble ideal y un antídoto contra el poder. Sin embargo, el autor defiende que la belleza y el arte no se pueden medir en términos de utilidad o no utilidad, y que hay una conmoción ante lo bello que se puede vivir como anuncio de un mundo mejor. Justamente desde la función transformadora que el arte puede tener, Picó se propone distinguir qué estrategias ayudan a cumplirla y cuáles la neutralizan.
A lo largo del texto, Jorgé Picó hace un recorrido crítico al concepto de cultura como forma de vida, que no debe ser absolutizada, ya que puede alejarse de la diversidad, separar, e incluso acercarse a una forma de racismo muy sutil disfrazado de hábito cultural. Por su parte, el arte -explica el autor- tiende a fusionar frente a la separación cultural, y es una de las vías por las que las culturas llegan a seducirse, friccionarse e infectarse mutuamente, a enriquecerse. "La literatura y el arte se alejan de la identidad concebida como un molde cerrado".
Es más, el arte debe permitir compulsar las culturas con el orden social institucionalizado, encontrando alternativas. La producción para las masas mutila las cualidades de la belleza y atrapa al artista entre los dictámenes del mercado. Mientras, afirma el autor, el capitalismo cultural se convierte en un disfraz, con el que la economía neoliberal se viste con las vestiduras del arte y la cultura para esconder sus vergüenzas, mientras la rapidez que exige el consumo nos deja sin tiempo para la contemplación, necesaria en el arte y la experiencia estética.
En el último capítulo del cuaderno se define el concepto de democracia cultural, como humanismo a conquistar, como calidad de estar juntos, más allá de la simple tolerancia. Para Picó, en una democracia cultural la labor del arte es presentar contrabatalla cultural. Para ello, es necesario un proceso en el que concurran el extrañamiento, la humanización creciente, la centralidad de los procesos y una práctica de la resistencia que cuestione la jerarquía de valores y el imaginario social instituido.
Jorge Picó es actor, autor y director de teatro. Licenciado en Filología Anglogermánica por la Universidad de Valencia. Licenciado en Arte Dramático por la ESAD de Valencia. Diplomado por la École Internationale de Théâtre Jacques Lecoq de París. Voluntario en Cáritas y miembro del área social de Cristianisme i Justícia.
Se puede descargar el cuaderno en este enlace y también podéis ver la entrevista con el autor.