El próximo sábado 5 de febrero, ocho jesuitas se ordenan diáconos en la parroquia de San Francisco Javier y San Luis Gonzaga de Madrid. Entre ellos, un jesuita catalán, Joan Morera.
Nacido en Tordera, en la comarca del Maresme en 1983, Joan estudió informática y programación de videojuegos. La llamada vocacional, con el referente de un tío cura, le llevó en un primer momento al seminario diocesano, pero al finalizar los estudios de filosofía y teología, en 2009, decidió iniciar su itinerario como jesuita.
Se ha formado en espiritualidad ignaciana, y también en lenguas bíblicas. Estudió Teología Bíblica en la Gregoriana de Roma y en una estancia en Jerusalén. Su recorrido desde entonces le ha llevado a Tanzania, durante dos años, y después nuevamente a Cataluña, donde ha profundizado en el estudio de la no violencia cristiana, y más recientemente en el campo de la ecología, entre otras actividades.
No ha sido un camino fácil, ya que, como él mismo explica, durante su estancia en África sufrió un problema de salud que, “como la herida de Pamplona de Ignacio, me ha llevado a reconsiderar la perspectiva desde la cual soy jesuita, un proceso de años”.
A pocos días de su ordenación diaconal, nos explica cómo ha llegado hasta aquí y cómo afronta este nuevo paso.
¿Qué te hizo optar por la vida religiosa y concretamente por entrar en la Compañía de Jesús?
Durante el discernimiento vocacional, la llamada misionera a África me había acompañado siempre. Mientras estudiaba en el seminario, echaba de menos esta dimensión misionera universal: a pesar del taller de misiones o la posibilidad de ser misionero diocesano, había un desencaje que me tensionaba por dentro, y el acompañante espiritual me sugirió que la vida religiosa era otro camino posible. Después de un mes de ejercicios en la Cueva de Manresa, y un discernimiento acompañado durante un año, convertirme en jesuita me aparecía con una paz y una serenidad especial, y comprendí que ésta era la opción de Dios para mí.
¿Qué representa la ordenación diaconal en tu itinerario como jesuita?
Siento que ser jesuita es lo que me vertebra, percibo que mi vocación ya está plena siendo jesuita. El ministerio ordenado no lo siento como la cima de este camino hacia Dios, sino como un color que me configura la vocación de jesuita. Concretamente, en el diaconado el color es el servicio, disponerme frente a los demás en una actitud contraria al poder. No es sencillo, todos tendemos a querer controlar las situaciones y personas según lo que nos interesa. Estar al servicio es respetar, suavizar heridas y aceptar ser desprogramado por los demás.
¿Qué significa para ti ser diácono?
Ser diácono para mí es estar al lado, apoyar, caminar junto a la gente. E inspirar con la Palabra de Dios las vidas de quienes sufren, las historias de dramas y de esperanzas que cada uno lleva, fortalecer a los creyentes para que Dios pueda realmente iluminarlos con esa Palabra. Finalmente, ser diácono también es decir con la vida que vale la pena amar y seguir a Jesucristo desde la Iglesia, que en ella hay muchos rostros y belleza que no se publicitan, pero que la mirada de Dios sí conoce.
La vida religiosa no es una opción muy habitual ni popular hoy en día. ¿Cómo lo vives?
Yo creo que cuando alguien profundiza con autenticidad su vida, ya no le consuela la popularidad o rareza de la vocación que elige, sino la similitud que ésta tiene con lo que late por dentro. Ciertamente que mucha gente no lo entiende, o lo desprecia, pero tantísimas veces éstas han sido ocasiones de testimonio, de diálogo, y de poder mostrar la potencia y el sentido que Jesucristo da a la vida humana. Si como cristianos nos formamos, ¡es para poder dar razón de nuestra fe! ¿Qué sentido tendría abandonar lo que nos fascina vivir, que nos da plenitud y esperanza, sólo porque es impopular? Las adversidades pueden espolear aún más a buscar lenguajes nuevos, porque en el fondo, todos somos humanos y nos hacemos las mismas preguntas: ¿por qué existimos? ¿Quién soy? ¿Qué sentido tiene la realidad? ¿La muerte es la última palabra? Siempre hay terreno para el diálogo con todos.
¿Qué destacas de tu recorrido desde que entraste en la Compañía de Jesús?
Yo entré en la Compañía de Jesús algo cegado por ser misionero, era como el único camino que concebía dentro de ella. Cuando vas enriqueciéndote con realidades diferentes van cayendo las ideologías y descubres mucho potencial evangélico en diferentes campos. Es la forma de hacerte disponible, de ser miembro de un Cuerpo. Puedo decir que he ido explorando casi todas las facetas que me fascinan y dónde creo que puedo aportar. En Roma y en Jerusalén me empapé de sentido profundizando la Biblia. En África disfruté escuchando y aprendiendo de los más pobres, y también formando como profesor. Después, durante unos años largos de convalecencia, pude clavar las raíces de la espiritualidad ignaciana en la no violencia cristiana descubriendo el estilo de Dios ante las violencias del mundo, y compartiéndolo en talleres y cursos. Recientemente, la Compañía me está formando y dirigiendo hacia el campo de la ecología, el cuidado de la casa común, que tanto que ver tiene con los oprimidos, porque todo y todos estamos interconectados. Y todavía puede que en el futuro pueda desarrollar lo que he ido aprendiendo en la informática y nuevos lenguajes de comunicación de la fe, ¡ojalá pueda dar fruto porque necesitamos conversiones de lenguajes! Que el Espíritu nos inspire.
Y a partir de ahora… después de la ordenación diaconal, ¿qué cambia?
A efectos prácticos existe un conjunto de sacramentos y celebraciones que podré presidir al servicio de una comunidad, que en Lleida donde vivo puede ser la parroquia de San Ignacio. A pesar de mis limitaciones físicas, espero poder aprender a dejarme partir y repartir por otros, a ser también yo más eucaristía.
Joan recibirá la ordenación diaconal el próximo sábado en Madrid, junto con los compañeros Leonargo Angius, Pepe Castillo, Savio Fernandez, Paulus Hastra Kurdani, Antranik Kurukian, Cristiano Laino, y Michael N Manalastas. Todos ellos proceden de diversas provincias jesuíticas de todo el mundo. Presidirá la celebración el Cardenal Arzobispo de Madrid Carlos Osoro.