Después de unos días espera, de intensas emociones y de quinielas, por fin conocemos el nombre del nuevo sucesor de Pedro: el cardenal Jorge Mario Bergoglio. Que haya sido elegido un compañero jesuita y que provenga de Latinoamérica nos reafirma en la idea de la capacidad de la Iglesia de dejarse llevar por los aires nuevos que vienen de otros continentes. Es necesario señalar, sin embargo, que un jesuita, cuando es ordenado obispo deja de estar ligado jurídicamente a la Compañía de Jesús adquiriendo libertad para el nuevo cargo y convirtiéndose en servidor de toda la Iglesia.
Bergoglio ha estado profundamente inmerso en la espiritualidad ignaciana, basada en el desarrollo de la capacidad de vivir místicamente en la vida ordinaria, en medio de los ruidos y preocupaciones de la vida moderna. El nuevo Papa combina de manera remarcable esta espiritualidad con una intensa devoción y admiración por la figura de San Francisco de Asís tal como refleja el nombre escogido. Es muy significativo que haya elegido un nombre nuevo, que ningún otro Papa ha llevado, y que sea precisamente el de Francisco. No podemos más que alegrarnos al constatar que el obispo de Roma ayudará a llevar la Iglesia hacia caminos de sencillez evangélica.
En su etapa de vida jesuítica y luego como arzobispo de Buenos Aires sobresalió por una remarcable austeridad personal, de la que dio ya las primeras señales cuando rechazó toda pomposidad en el momento del primer saludo desde el balcón del Vaticano. La combinación de una herencia jesuítica y franciscana con lo mejor de la atención pastoral desarrollada durante los años al frente de la diócesis de Buenos Aires nos llena de gran esperanza ante este pontificado.
En el nombre de Francisco escogido también resuena el santo jesuita, San Francisco Javier, patrón de las misiones, que murió a las puertas de China cuando se iniciaba la evangelización del gran continente americano. Es hora de que se invierta el proceso de evangelización y que en Europa nos lleguen aires nuevos de aquel Continente, que vivifiquen y den esperanza a nuestra Europa, hundida hoy en una crisis económica, de identidad y de valores, compensada por la emergencia de otros valores como el de la solidaridad y la ecología.
Los retos que esperan al nuevo Papa son enormes y muy diversos. Estamos convencidos de que el Espíritu le dará el aliento suficiente para continuar, con audacia y sencillez, el anuncio de la buena nueva de Jesús que nos llena de alegría y esperanza hacia un mundo nuevo. En cualquier caso, nosotros los jesuitas, nos comprometemos a ayudarle en su misión al igual que hemos hecho siempre con todos los sucesores de Pedro.
Lluís Magriñà, Provincial de los Jesuitas de Cataluña
Artículo publicado en El Punt Avui - www.elpuntavui.cat