El próximo 31 de julio celebramos la festividad de San Ignacio de Loyola, una fecha significativa para la familia ignaciana en todo el mundo. Cuando se cumplen 500 años de la estancia del peregrino Íñigo en Barcelona, aprovechamos esta celebración para recordar qué representó esta ciudad en la vida del santo.
Cada uno de los lugares por los que transcurre la formación espiritual de Ignacio, desde Loyola hasta Roma, dejó una huella en el peregrino. Los dos años que pasó en Barcelona entre 1524 y 1526 representan, sin ninguna duda, un nuevo comienzo. Tras su conversión en Loyola y su profunda experiencia espiritual en Manresa, su deseo de ayudar a las almas lo llevó a emprender una peregrinación a Tierra Santa. Sin embargo, al verse obligado a regresar, comprendió que para cumplir su vocación de servir a los demás necesitaba estudiar. Así es como llega a la ciudad, dispuesto a comenzar una nueva etapa.
Ignacio se instala en una ciudad que en aquel siglo XVI era un núcleo vibrante de comercio, cultura y pensamiento. Se inserta en el mundo de los estudios, empieza a frecuentar las aulas, a aprender latín desde lo más básico… No lo hace por ambición intelectual, sino por una finalidad más alta: formar su mente para servir mejor. Los años de estudio que Ignacio inicia en Barcelona están marcados por el deseo de ayudar a los otros. El peregrino no tiene vocación estrictamente académica, sino que estudia en tanto que esto deber permitirle ayudar mejor a las almas.
Pero Barcelona no fue solo un lugar de estudio para Ignacio. Fue también el espacio donde aprendió a encontrar a Dios en la vida cotidiana. Donde pasó de una espiritualidad de retiro del mundo, a una espiritualidad encarnada en lo real, en las personas comunes, en lo urbano. En esos años fue gestándose el corazón del carisma ignaciano: “encontrar a Dios en todas las cosas”.
Al mismo tiempo, comenzó a tejer una red de relaciones personales y amistades que lo acompañarían en adelante. Ignacio se movía por los barrios populares, conversaba con la gente, atendía a los necesitados, dejando un testimonio que marcó a las personas que le conocieron. El suyo era un modo de vivir la espiritualidad a pie de calle, profundamente encarnado. Uno de los lugares más emblemáticos de la Barcelona Ignaciana es Santa María del Mar, donde pedía limosna para las personas que pasaban necesidad. Como él mismo llegó a escribir: “más cargo y deuda tengo a esa población de Barcelona que a ningún otro pueblo de esta vida”. No era una frase vacía, sino una expresión de gratitud por todo lo que esta ciudad representó en su vida.
Celebrar San Ignacio de Loyola este año es una invitación a redescubrir aquel momento decisivo, a trasladarnos a la Barcelona del siglo XVI, para entender mejor qué hacía Ignacio, cómo era el ambiente académico de la época, con quién se relacionaba y cómo se iba configurando su vocación de servicio. Nos ayudará a ello el cuaderno Barcelona en la vida de Ignacio de Loyola (1524–1526), publicado recientemente por la Escuela Ignaciana de Espiritualidad. Una oportunidad de dejarnos interpelar por ese espíritu de búsqueda y transformación que movió a Ignacio los días que pasó en Barcelona. A més, Además, en nuestra agenda encontraréis las celebraciones de San Ignacio que tendrán lugar los próximos días.
Ilustración de Marta Romay