El 21 de marzo un grupo de jóvenes y familias subió a Montserrat para revivir, un año más, la experiencia de San Ignacio de Loyola en 1522, una vigilia de oración ante la Virgen de Montserrat y al día siguiente, una peregrinación hasta Manresa. Una de las participantes, Alicia, nos hace llegar sus impresiones de algunos de los momentos vividos durante esta experiencia.
"Nos adentramos en la noche montserratina antes de entraren en la Basílica. El silencio y la paz nos dan la bienvenida, y con esa sensación pasamos las puertas de un templo que nos resulta familiar. Pero esta vez todo es diferente. Nos acoge un espacio aparentemente vacío. Una segunda impresión nos hace fijarnos en el hermano Emili, el cual, haciendo honores a la hospitalidad benedictina, nos abre las puertas del templo antes de desaparecer discretamente. También nos acoge una bellísima recopilación de arte sacro. Todo nos ayuda a trascender la primera y segunda experiencias. Empezamos a sentir la presencia de Dios.
Nos sentamos mientras David Guindulain, jesuita, nos explica en qué consistirá la Vigilia. El 25 de marzo de 1522, desde Loyola y después de su conversión, San Ignacio llegaba a los pies de la Virgen de Montserrat. La esperaban tres días de confesión, de cambio de ropa y de su entrega a un mendigo cercano. El relato nos ayuda a entrar en la experiencia.
La Vigilia consta de tres partes. En primer lugar, se nos invita a contemplar el relato de la Anunciación y el salmo 42. A lo largo de este tiempo, tanto David como Llorenç Puig sentados al final del templo acogen a los que sientan la necesidad de ser escuchados. También se nos invita a encender pequeñas velas en el altar y dejar nuestras oraciones o acciones de gracias anotadas en pequeñas hojas. La Basílica se va llenando de nuestros silencios, y el altar, de una alfombra de luz y notas. La segunda parte de la Vigilia consiste en una puesta en común. Quien quiera, podrá subir al ambón y compartir lo que más le ha resonado de los textos, o bien, hacer una petición o acción de gracias. Poco a poco, pequeños y grandes suben y expresan los primeros ecos de la experiencia. Contemplar la Palabra de Dios y responder con nuestras oraciones y acciones de gracias nos conduce a la tercera parte de la Vigilia. Una danza litúrgica nos ayuda a introducirnos en el Misterio Pascual que estamos a punto de celebrar.
El descanso nocturno dura pocas horas, la salida está prevista a las 9:00 h y algunos han madrugado, porque no han querido perderse la ocasión de compartir la oración de Laudes con los monjes. Antes de la caminata, todo el grupo se reúne en la plaza de Santa María, ante una evocadora escultura de San Ignacio. Nos disponemos a bajar a Manresa como hizo el peregrino después de la experiencia en Montserrat. La montaña está presente a lo largo de todo el viaje. El camino, a ratos ligero, a ratos pesado, llena de silencios y palabras. Compartimos historias de vida, momentos vitales, impresiones. Sentimos complicidades.
La llegada a Manresa es inminente. La etapa está a punto de finalizar. Andamos el último tramo sintiendo paz y alegría, impactados por la solemne imagen de la Cueva que aparece ante nosotros. Llegamos y nos reunimos en la Coveta, donde tendremos un rato de silencio y oración. Después, ya en el patio, recibimos la acogida del equipo de la Cueva de San Ignacio. Finalmente, llega la hora de bajar a la estación. Nuestros destinos nos esperan. La experiencia nos hace sentir un profundo agradecimiento. A Dios, por habernos convocado, y al Santo, por su vida ejemplar."