"Ha sobrepasado con creces las expectativas con las que veníamos. Ha resultado ser una experiencia capaz de darle nueva estructura a todo nuestro ser. Manresa ha sido para cada uno un lugar de oración desde el corazón, de escucha atenta. Un lugar donde darse cuenta que Dios ha peregrinado desde siempre con nosotros, un lugar donde transitar del hacer al ser, donde, en definitiva, renovar y ensanchar el alma. Un lugar donde se respira aire fresco, que nos atrapó desde el primer minuto y que ayudó a nuestros corazones a regresar y volver a latir con ese amor primero, a entrar en sintonía con ese Dios que nos ama".
Así definen el curso de inmersión ignaciana que acaba de terminar en Manresa las 30 personas que han participado en él. Se trata de la décima edición de este curso, que se ha celebrado entre el 3 de noviembre y el 20 de diciembre, recuperando así esta actividad después que el año pasado tuvo que cancelarse por la pandemia.
Los participantes -en su mayoría laicos, pero también jesuitas y religiosas- venían de12 países diferentes (México, USA, España, Colombia, República Dominicana, Cuba, Chile, Brasil, Argentina, Ecuador, Perú y Canadá). Y era también diversa su acercamiento a la espiritualidad ignaciana, como cuentan en el relato final de su experiencia. "Entre nosotros teníamos diferentes niveles de conocimiento de la espiritualidad ignaciana, pero todos estábamos con el corazón abierto para dejarnos conquistar por el peregrino, todos buscábamos en el fondo lo mismo".
A lo largo del curso han contado con el acompañamiento de Xavier Melloni sj (curso sobre la Autobiografía y el diario espiritual), Josep Rambla sj (curso sobre los Ejercicios como camino mistagógico), Josep Giménez sj (curso sobre teología de los Ejercicios), y Carlos Coupeau sj (curso sobre las Constituciones). Carles Marcet sj, director del curso, acompañó también los 8 días de Ejercicios, junto con Pilat Patís, Anna Pitarch, Josep Mª Margenat sj, Josep Lluis Iriberri sj y Josep Mª Agustí sj.
"Nos dispusimos a acoger todo lo que se nos ofrecía: las oraciones, los diálogos, las eucaristías, las comidas, las vidas de los otros en sus testimonios, los cursos, la historia de Ignacio. El estudio de su Autobiografía y su Diario Espiritual y la visita por los lugares ignacianos de Manresa, nos predispuso a entrar en la experiencia de los Ejercicios de ocho días. Luego el estudio de los Ejercicios, de su mistagogía y teología, de las Constituciones de la Compañía de Jesús… Todo ello nos fue afectando por dentro. La experiencia de Ignacio nos ha ayudado a reconocer la sobreabundancia del amor de Dios en nuestras vidas y a desear, en seguimiento del Señor Jesús y con la fuerza de su Espíritu, ponernos al servicio del mundo", cuentan los participantes.
Un mes y medio de experiencia compartida que ha incluido también visitas a los lugares ignacianos de Loyola, Javier, Manresa y Barcelona. Como ya es habitual en estos cursos, las personas que tienen la oportunidad de vivir esta experiencia valoran especialmente la posibilidad de compartirla con el resto del grupo y así lo destacan: "Nos ayudó mucho la comunión creada entre todas las personas del grupo, la profundidad de nuestras conversaciones, la confianza mutua que se fue tejiendo entre nosotros, cada uno desde su historia, su carisma personal, sus heridas. A través de las presentaciones y de la convivencia fueron surgiendo mociones de que nadie puede actuar solo y el proyecto de Dios se realiza siempre en comunidad".
"Ciertamente la voz de Dios ha resonado en cada uno de los compañeros y compañeras, profesores y colaboradores del curso. Una voz susurrante que a veces nos ha regalado una luz para el camino, otras ha clamado con fuerza despertando compañía, otras se ha escuchado dolorosa en la realidad empobrecida de nuestros países de origen, que tanto nos duele. Una voz que nos invita a vivir reconciliados y a acoger lo que el Señor nos vaya pidiendo, a preguntarnos ¿A dónde me queréis llevar Señor?. La voz de Dios se ha hecho eco en las caminatas al río, en Manresa, en Loyola, en Montserrat y en todos los lugares y espacios", comentan en su relato los participantes.
Y concluye el manifiesto final del grupo del curso de inmersión ignaciana de 2021 con estas palabras, definiendo lo que les ha aportado la experiencia: "Encaramos el futuro con grande ánimo, sabiendo que el camino lo hacemos a dos, Él en cada uno de nosotros y cada uno de nosotros en Él, y que la mirada sobre la realidad también será cosa de los dos. Lo nuestro será cultivar una mayor atención hacia el interior, conscientes que, como decíamos, el hacer no puede suplantar al ser. Lo nuestro será retomar la misión con una nueva visión, con una mayor conciencia del actuar de Dios en nuestras vidas, viviendo con un corazón capaz de volver a agitarse por el amor que Dios nos entrega. Regresamos con la confianza puesta en ese Dios que llevará a buen término lo que ha iniciado con cada uno de nosotros y nosotras. Sabemos que Dios viene y regresa con cada uno de nosotros, en cada uno de nosotros, pues somos su imagen y Él lo es todo para nosotros. En cualquier caso, regresamos a nuestros lugares más enamorados de Ignacio, del hombre de la Contemplación para alcanzar Amor, siempre abierto a la escucha de la voz del Espíritu".