Como lo hizo Ignacio de Loyola hace 500 años, un centenar de personas dejaron sus espadas a los pies de la Virgen de Montserrat, el pasado 25 de marzo.
La ya tradicional vigilia de oración ante la Moreneta y la bajada a pie hasta Manresa, que se hace cada año recordando la experiencia de Ignacio, ha tenido esta vez un carácter especial, y es que coincidía justamente con el 500 aniversario de ese hecho que marcó profundamente la vida del santo. Seguramente por eso la participación ha sido también mucho mayor que en otras ocasiones.
En Montserrat, la vigilia de oración contó con el P. Joan M. Mayol, monje de Montserrat y rector del Santuario. Es un momento de recogimiento que los participantes viven con intensidad. "Hemos rogado, cantado, expresado... y hemos dejado nuestras espadas", explica Marina Llorca. Lo han hecho simbólicamente, anotando aquello de lo que se quieren desprender, y recibiendo un trozo de tela de saco, recordando cómo Ignacio entregó el vestido de caballero a un pobre para vestirse con ropa de saco.
Después, en la Eucaristía, presidida por el delegado de los jesuitas en Cataluña, el P. Enric Puiggròs, se ha hecho lectura del acto de consagración al Inmaculado Corazón de María, respondiendo a la llamada del Papa Francisco, y recitando la oración universal propuesta por la paz en el mundo.
Al día siguiente por la mañana, el grupo iniciaba el camino hacia Manresa, después de recibir la bendición del P. Abad de Montserrat, Manel Gasch, haciendo muy presente y agradeciendo la especial relación de Ignacio de Loyola con Montserrat. Ya durante la caminata, se comparte, se crean vínculos con los demás y con el entorno, y también se conecta con el interior. “Una vez en marcha, todos los sentidos se agudizan, el olfato, ya sea oliendo los bosques, y toda la naturaleza húmeda después de las últimas lluvias. La vista, vigilando siempre dónde ponemos los pies, sobre todo, en la bajada”, nos dice Marina Llorca. “Y lo más importante, la compañía de unos y otros a lo largo del camino: conversaciones interesantes, también a ratos disfrutando del silencio interior y siempre ese espíritu ignaciano que nos acompaña y nos caracteriza en estos encuentros. Nuevas amistades que hemos hecho y otras que de año en año vamos viendo y que después encuentras en la fotografía de grupo, allá a los pies de la escultura de San Ignacio”.
Una actividad más que se añade a las muchas y diversas que se van celebrando estos días, en torno al quinto centenario de la llegada de Ignacio de Loyola a Montserrat y Manresa, y que nos invitan a tener bien presente aquel gesto de Ignacio, que decidió desprenderse de las armas y los trajes de caballero para convertirse en peregrino.